jueves, 11 de noviembre de 2010

CITA A CIEGAS

Un cigarrillo, acabo mi cerveza mientras cuento esta historia y me voy a casa. Estoy cansado, jodidamente cansado, pero quiero contaros la historia de un tipo al que conocí ayer en el bar. Tenía ya unas cuantas cervezas encima cuando entró por el local; al principio no le hice mucho caso cuando empezó a hablarme, así que no sé muy bien qué coño hacia un tipo guapo, cercano a los treinta, en una cafetería un jueves por la noche, en lugar de estar emborrachándose en busca de alguna perdida como él. Siempre me han llamado la atención las personas que un día antes de irse de vacaciones se ponen a planear su viaje, todo lo que van a hacer, visitar, cuánto presupuesto tienen por día y todas esas mierdas. Éste era uno de esos tipos.

Cuando se acercó a la mesa, estaba a punto de irme, así que apague mi cigarrillo y cogí mis coas cuando comenzó a hablar de esa mujer. Me encendí otro piti y puse más atención a lo que contaba. Las historias de mujeres, aunque vengan de labios de otro, siempre me despiertan.

-          Ella estaba sentada a un par de mesas de la mía. Pelo negro y una espalda salpicada de lunares que los tirantes del vestido dejaban ver. Yo estaba echando una mirada a la navaja de explorador que me habían regalado ese mismo día, uno de esos cuchillos grandes con mil utensilios extras, cuando vi que la mujer se levantaba y, con prisas, se marchaba del local. No sé por qué me fije en si había pagado, pero encima de la mesa sólo había un  papel y su móvil. Pensé que se lo había olvidado, así que me levanté y fui a su mesa para cogerlo. Por qué cogí también el papel es algo que aún  me pregunto, pero el caso es que lo hice.
-          ¿Qué decía? – pregunté fantaseando con una historia paralela en la que el móvil era el protagonista.
-          “Corra, cuando salga voy a matarle”. Me quedé leyendo la nota varias veces sin saber qué hacer. En la cafetería sólo  había tres personas, un tipo con buena pinta qué había estado mirándola todo el rato, el camarero que terminaba su turno y otra mujer que había salido poco antes que ella.
-          ¿Quién había dejado la nota?
-          En ese momento no tenia ni idea.¡ Joder!, no es algo que normalmente ocurra y me quedé bloqueado. El camarero había pasado a su lado unos minutos antes y ahora le daba el delantal a su compañero que se había cruzado en la puerta con Laura
-          ¿Cómo sabías su nombre? – aquello empezaba a sonarme a historieta fantástica de borracho.
-          Más tarde lo supe, no en ese momento. No podía imaginarme cómo iba a terminar todo…
-          ¿Y el tipo q la miraba?
-          Ese fue mi primer sospechoso. Era evidente, pero antes de que saliera, había pasado al lado de su mesa para de ir al baño. Podía haberle dejado entonces el papel…¡Llevaba 10 minutos mirándola!
-          ¿No sospechaste de la mujer?- comenzaba a ponerse nervioso, así que le presté más atención esperando que se calmara.
-          No, lo siento. Nunca piensas que una mujer sea capaz de matar a alguien
-          Serás tú el que pienses eso – me jode la gente que generaliza, como si su criterio fuera el único válido.
-          Sí, puede que sólo sea yo quien piense que una mujer es incapaz de algo así. Quizás, por lo mismo, pagué mi cuenta, cogí el móvil y salí detrás de ella. El camarero y el tipo del baño se me habían adelantado
-          Y tú corriste detrás de ella para salvarla, ¿no?
-          Así de imbécil soy, pero en esos instantes sólo  me imaginaba que alguno de esos dos la estaba acuchillando en una esquina o algo parecido
-          ¿Qué paso después?
-          Pregunté a unos chicos que estaban en la plaza y me indicaron por dónde se había ido. Entonces la vi. Eché a correr en su dirección. Laura debió de verme porque aceleró el paso. Cuando estaba a unos metros de ella, empezó a correr como una loca pidiendo ayuda. En aquel momento imaginé que estaba confundida y que creía que era yo el que le había dado la nota aquella y por eso corría, así que tomé la mejor opción en estos casos, la seguí gritando que se parara, que no le iba a hacer nada. ¡Estúpido! Si entonces hubiera sabido lo que después supe…. Un par de tipos me pararon, les enseñé el móvil, les conté por encima la historia para que me dejaran irme y así lo hicieron, aunque demasiado tarde. Cuando volví a verla, estaba hablando con una pareja de la policía. Según me vieron, vinieron hacia mí. No se qué les habría contado, pero no me dejaron ni hablar. Me detuvieron, registraron amablemente mis bolsillos y encontraron la navaja. Todo empezaba a perder sentido dentro de mí, pero para ellos debió de ser más que suficiente. Me llevaron a la comisaría esposado. Estuve allí cerca de tres horas, encerrado en una habitación donde uno de los policías me vigilaba. Pasado un buen rato, entró otro policía y me dijo que la Srta. Navarro no había presentado denuncia; se quedaron con la navaja en una bolsita de plástico, firmé mi declaración y salí a la calle.
-          ¿Así, sin más? ¿Un homicida en potencia libre porque no hay denuncia? – me miró con ojos asesinos. Su nerviosismo había crecido tanto que yo no me había dado cuenta embriagado por su historia, pensé “mierda, ya la has cagado. Ahora sacará un cuchillo y te lo clavará en un ojo”;  por suerte, siguió hablando.
-          Cuando salí de comisaría, me fui a un bar cercano. Necesitaba tomarme una cerveza y pensar en todo lo que había pasado por querer ser un buen ciudadano. Pero mi encuentro con la Srta. Navarro no terminó ahí. Al ir a pagar el camarero, vino sonriendo con una nota que decía “Gracias por correr a salvarme, Laura”. Aquella nota tenía la misma caligrafía que la del asesino; la muy cabrona había escrito las dos notas. Todo había sido una broma. Miré por el ventanal del bar y, allí, al otro lado de la calle, estaba ella sonriéndome. Me saludó y se fue andando.

Después me contó que no la había seguido. Cuando le pregunté el motivo, me dijo que para qué iba a hacerlo después de lo que había pasado. Lo miré fijamente, estaba a punto de echarse a llorar y no pude evitarlo, le di una palmada y le dije que era un buen hombre. Después me fui.
Hoy he estado en más de cinco bares en busca de la espalda de Laura Navarro y no la he encontrado. Ahora estoy cansado, muy cansado, así que me voy a casa a ver si mañana hay más suerte.

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